LUCHANDO POR LA VIDA

Clamas justicia y nadie te escucha,
te puede el ímpetu de tus pocos años,
la exaltación que domina tu cuerpo
y el entusiasmo de quien todo ofrece.

Con el tiempo te resbalarán los agravios
espalda abajo y solo tus hechos
darán constancia del compromiso firme
que se desvaneció día a día con trabas
pese a tu desmesurado y fiel empeño.

Hoy que curvas tu dorso con andar afligido,
la nieve cubre tu escaso cabello
y arrugas profundas surcan ya tu frente,
aún te preguntas si te rebelaste poco
o transigiste demasiado pronto.

No caben ya reproches ni censuras
cuando el afán dominó tu corta vida,
luchaste contra molinos de viento,
el envite fue brutal y aún sin aliento
rompiste en mil pedazos tu armadura
y guerreaste a pecho descubierto
hasta desangrarte poco a poco
a fuerza de realidad. ¡Caro fue el precio!

Desencantado y harto de la lucha
vives retirado en un oasis de calma
que colma tu existencia, avivas la esperanza
de que otros prosigan con tu pugna
y refuerzas el ánimo con bellos atardeceres
para variar el color de tus ojos pardos
con un azul mimético como el cielo.

Te quedan el dolor, las cicatrices,
el recuerdo de tanta herida abierta,
el ardor de la gélida tormenta
y la desafección de quien creíste amigo.
Hoy vives con el honor intacto
de quien supo luchar con adversarios
dignos de una lid antaño sin costuras.
¡al menos te queda ese consuelo!

Mª Soledad Martín Turiño