LOS NIÑOS


… en mi barrio crecían las violetas;
vibraba la eternidad como instante/luz, como flor de rocío,
cual si de repente todas las cosas hubiesen emergido puras, intactas y perfectas
al haz de la inocencia;
[así, un día, pasó volando la bruja sátrapa con la escoba rota, y cayó rodando por sátrapa y por bruja;
y, otro, un hombre reía y reía porque una tarde, en medio de la plaza, Cristo dialogaba con nosotros]
… en mi barrio se lloraba y ardía fácilmente,
se quebraba el mundo y nosotros lo recomponíamos porque, sin saberlo,
éramos el estaño y también los bronces y el fuego de la vida;
… cuando me fui de él, lloré;
ahora, hay días en que miro a los niños en su hábitat de amor y, entonces, con cariño,
siento por dentro y míos al hombre de la risa, a la bruja sátrapa y la pátina inmortal de las violetas;
pero nada, nada me es tan hondo y claro como aquel rumor sutil con que ardimos las horas y las calles:
la voz y luz hipergalácticas del Cristo.


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