IMPOTENCIA

Impotencia es vivir con el alma vacía
llamar a las puertas que se cierran por dentro,
pronunciar un sonido como un grito sin eco,
llorar de rabia porque se queman las naves
por nadar contracorriente y no poder evitarlo.

Impotencia es no ver lo que se halla de frente
porque los ojos se turban con una quimera,
sentir los vaivenes de vidas execrables
y permitir que sigan sus vías sin castigo;
ser indiferente con aquel que perturba
la paz lograda tras años de lucha,
el descanso del pobre, la furia del bravo,
el dolor del poeta, el alma del sabio…
y saber que no hay camino que conduzca a otra senda.

La impotencia se esconde tras la arruga del viejo
que mira al infinito para encontrar respuestas,
o en la madre primípara que esconde su retoño
en el cálido vientre y sueña su futuro,
temiendo los males que acechen su camino,
incapaz de dotarle de un manto de estrellas
que cobije sus miedos hasta el fin de sus días.

Impotencia es querer y no poder siempre,
que se rompa el alma y no se recomponga,
que se active el deseo sin encontrar respuesta,
que se clame a la luna, al sol y a los cielos
por desterrar la adversidad y acabar con aquellos
que perturban el orbe y liquidan los sueños.

Si hay vigor, fortaleza, interés, eficacia,
si hay gentes dispuestas para hacerle frente
a pesar que urda siniestras maniobras
para ganar las batallas apenas emprendidas,
secará su poder como se queman las hojas
con la fuerza del sol dándoles de cara.

La impotencia se combate con ganas y rabia,
sin pudor, sin miedo, sabiéndose fuertes,
nadie gana nunca, nadie pierde siempre,
encarémosla de frente, con el gesto serio
y, mirándola a los ojos, ganaremos la batalla.

Mª Soledad Martín Turiño