ESE MAÑANA TAN LEJANO

Cuando canten las chicharras
en el tórrido verano de mi pueblo,
buscadme al abrigo de las sombras
porque allí seguiré con mi lectura sempiterna,
enmarañando sueños, viviendo otras vidas
y enriqueciendo mi mundo con sus experiencias.

Cuando llore el cielo y crezcan los charcos
bajando por las calles enfangadas,
y el aroma a tierra húmeda estimule los sentidos
con la fuerza de la vida,
buscadme al abrigo de la puerta
contemplando el mágico espectáculo de la lluvia.

Cuando asome el alba tras enmudecer el sueño,
los ojos fatigados, la mente nublada,
el ánimo exangüe y el cuerpo débil,
buscad mi rastro en otros ojos
donde reine el sosiego y me transporte
a ese limbo sin inquietud ni abrojos.

Esté donde esté, mañana o nunca
seguiré soñando con ese paraíso posible
aunque ahora se torne evanescente.
Está tan cerca que mis dedos lo rozan
pero la distancia se explaya y me amenaza
como al niño cuando amagan con un señuelo.

Voy y vengo de aquí para allá
como un alma en pena vagando en solitario
perdido el paso, a contracorriente,
con la avidez de un sediento ante el oasis
y la inquietud de quien espera todo y nada llega.

Tal vez un día no muy lejano
antes de que el mundo se trastorne del todo,
encuentre un remanso para contar las horas
con regocijo, vaciada el ansia,
colmada la esperanza, redimida la espera
y entonces, como un niño, alzaré los brazos
hasta acorralar a aquella estrella
que tanto deseé, tanto tanto tiempo.

Mª Soledad Martín Turiño