ES TARDE

Es tarde para los caciques
que nublaron las voces de mi pueblo,
y para el viejo cura que demonizaba
cada confesión por decente que fuera.
Se acabó la noche, la oscuridad del alma,
la miseria en que vivimos y murieron,
esos rostros de hambruna doloridos,
esos cuerpos de amor insatisfechos.
Es tarde para aquellos cuantos
que nos metieron el miedo en el cuerpo
aprovechando la supremacía del púlpito,
la vara de mando y el lisonjeo facilón del jefe
con que se burlaba del pobre labriego.
Es tarde para los señoritos
que postureaban a caballo por las calles del pueblo
marcando el territorio por si acaso
había alguien que ignorara su puesto
de privilegio en el café, la misa, la Hermandad, el silo…
y los hombres se quitaban con respeto la gorra
y las mujeres no miraban su cara por respeto,
mientras él disfrutaba del sometimiento
con una risita satisfecha y cínica.
Hoy que han pasado aquellos tiempos
y ya no existe sombra de ese gris pasado
porque somos más vivos y mucho más conscientes
pese a que aún siga alguno bajando la cabeza,
cuestiono si merecieron aquel trato
tan vulgar de estamentos bien diferenciados,
cuando el tiempo como juez implacable
nos pone a todos en la misma fila
para llegar ¡por fin! a la igualdad certera
a la salida del pueblo, dentro del recinto
donde hoy todos reposan en el cementerio.

Mª Soledad Martín Turiño