ÉL

Arrogante como la juventud,
níveo como la misma vida,
demoledor como quien no es consciente
de que la razón es patrimonio de todos,
deslumbrante de vigor, de aliento,
inconsciente del llanto que llegará un día
preludio de un dolor agobiante y persistente,
altivo, orgulloso, ennoblecido
de un poder inaudito que le hace fuerte,
buena planta, amplia sonrisa, pecho henchido,
feliz por fuera, glorificando la juventud
que en su persona hace mella;
así es mi vida, el amor que nació un día
de dos seres que con amor amaron.


Mª Soledad Martín Turiño