EL RATÓN DE LA IGLESIA

Tarde de rosario, mujeres veladas,
bisbisean sobre sus reclinatorios
los misterios gloriosos, dolorosos, luminosos y gozosos,
a golpe de cuenta, padrenuestro, avemaría
y gloria repetidos como un mantra
por los siglos de los siglos…

De pronto, entre los bancos surge un miembro
no invitado a la ceremonia; un ratoncillo
que corretea animado por el rezo.
Las mujeres se espantan, gritan, turban
del sagrado templo aquel silencio.

A las voces, despierta el cura de su somnolencia,
mira alrededor, no aprecia nada
tan solo la histeria de una docena de mujeres
que abandonan la iglesia en tropel ¡grave ofensa!;
luego ve los ojillos diminutos de su mascota
aterrados desde el primer banco de la iglesia;
lo toma en su mano, acaricia al ratoncillo
y luego sonríe antes de irse y ponerlo a salvo.

Mª Soledad Martín Turiño