ARTISTA

En ese renacer tan esperpéntico
que disfrazas de colores y pintadas
esparciendo por la rúa un pincel triste,
del todo ajeno a réprobas miradas
de pulcros y aseados viandantes
que miran y miran sin decir palabra,
sospecho un negro afán de desagravio
por tantos sucesos sucedidos antaño
cuando la vida se nubló y te dio la espalda.

Convertido en artista callejero
dejas tu rastro escrito en las paredes:
una voz suplicante y un gesto de rabia
son el sello para quien te desconoce,
tu santo y seña de artista doliente.

Creí en ti desde el primer momento
con aquellos insondables garabatos
porque intuía tras ellos un alma en pena
eludido de amor, colmado de nada,
y cada tarde iba casi a hurtadillas
en una procesión precipitada
admirando estaciones una a una,
a cual más brillante, expresiva y plástica.

Gustaba de observar aquellos grupos
que se abigarraban para observar tu obra;
en silencio, con los ojos entornados,
como si de ellos se adueñara
una magia especial, un sortilegio
que era el inicio de lo que presagiaba.

Sin equivocarme leí un día
en los diarios el nacer de una estrella
que emergía con fuerza de la nada:
eras tú, ni más ni menos,
mi hijo querido que alcanzó las nubes
al fin, tras arrojarse al vacío
de la soledad, el amor y el desamparo,
para demostrar al mundo que el dolor no le pudo
y renació con fuerza, a pecho descubierto,
con un alma limpia y el vigor renovado.

Mª Soledad Martín Turiño