Poesías de la Tierra del Pan


LOS ASIENTOS DE LOS BANCOS DE LOS VIEJOS


Una pareja de ancianos
mientras tomaban el sol
comentan tiempos pasados.

¿Qué te pasa Juan Antonio?
-que me encuentro triste, amigo,
que me duele la cabeza
pensando siempre en mis hijos
por no poder trabajar
y ser un estorbo, fijo.

Esta historia se repite,
con mucha frecuencia, amigo,
por eso los hombres hacen
las residencias y asilos
para cubrir menesteres
que el tiempo no echa en olvido.-.

Yo tengo esposa y me quiere
con siendo los dos viejitos
pensando siempre el los nietos
y en los hijos de los hijos,
pero ellos viven su vida
y se olvidan que existimos.

Que no quieren ser esclavos
del que el tiempo ya ha vivido
ni el aguantar sus rarezas,
pues nunca fue convenido
por eso tengo tristeza,
¿Tú lo comprendes, amigo?

Mas habremos de aguantar,
y armarnos con la paciencia,
si los hijos nos olvidan
vamos a una residencia
donde habrá muchos amigos
para hablar de las vivencias..

Esto está bien, Marcelino,
pero me da mucha pena
que yo limpiase a mis hijos
y ellos a mi no me quieran,
que les criase hasta grandes
y por viejo me echan fuera.

Ya sé que mancho la casa
y que arrastro con los pies,
y que cuando el pecho oprime
en la noche hay que toser
son cosas que no se evitan
cuando llega la vejez.

Que no les dejo dormir
con esa tos que me ahoga
y ellos no tienen en cuenta
lo que sufre mi persona
sabiendo que les despierto
estando lejos la aurora.

Ya sé que cuando hago pis
me mojo los calzoncillos,
mas ¿Cómo he de evitarlo
si está arrugado el pitillo?
¡A tres metros yo alcanzaba
al dejar de ser chiquillo¡

Me dicen que huelo mal
y es propio de la vejez:
¿Acaso no se dan cuenta
que ellos llegarán también?
Mas los años pasarán
y se podrán convencer.

¡Los besos que yo les daba
siendo entonces criaturas!
¡Cuantas noches pasé en vela
celando sus calenturas!
¡Ahora riñen si me quejo
de este maldito reuma!

Yo que tanto trabajé
por darles pan y cariño,
cuando ya dar nada puedo
me tratan con desaliño.
¡Por eso cuento mis penas
hablando con los amigos!

Pudiera que ellos comprendan
la tristeza que yo vivo;
por eso le pido a Dios
que tenga piedad conmigo,
que me alivie la presión
que el alma lleva consigo.

Muy bien te expresas, Juanito,
te doy toda la razón,
pues muy triste es no quitar
las penas del corazón.
¡Anímate, pues, Juanito,
que contigo somos dos!

Tenemos que ser valientes
y aguantar lo que podamos;
ya no hay rosario en familia
ni existe amor entre hermanos,
se separan matrimonios
con hijos abandonados.

Por eso, querido amigo,
hemos de pedirle a Dios
que nos dé mucha paciencia
para aguantar el dolor,
que tenga misericordia
de estos que ya viejos son.

Una pareja de ancianos,
mientras tomaban el sol,
comentan tiempos pasados
y el cariño que voló
cargados de sufrimientos
por ausencia del amor.


Manuel Lorenzo Ferrero (Villaflor de Alba, Junio de 2004)