CUANDO EL FRÍO LLEGA A CASTRONUEVO
(Castronuevo de los Arcos)
En esta época siempre recuerdo con especial cariño a mi pueblo, Castronuevo, que cuando llegan los fríos de otoño, premonitorios de las nevadas que vendrán después, parece que hiberna; la poca gente que queda se encierra en casa, las calles están aún más solitarias, incluso la misa de los domingos no provoca calidez alguna porque son pocos los feligreses que acuden haciendo un esfuerzo para cumplir con el rito dominical.
Hay poca tarea en el campo y en algunas casas se enciende la chimenea y se asan castañas continuando con una tradición heredada de los antepasados, cuya vida giraba en invierno en torno al hogar, allí se reunían los habitantes de la casa, y se contaban historias mientras todos contemplaban el crepitar del fuego como el mejor y más variado espectáculo.
Combatían el frio con los braseros bajo las mesas camilla que vestían con gruesas faldillas, y por la noche, recuerdo que se utilizaban los calentadores de cama: un recipiente con brasas y un palo largo que se iba trasladando por las sábanas para aportar calor antes de acostarse.
Pese a todo, aunque dentro de los hogares se combatía mejor, el frio era intenso y cuando había que salir, se protegían con gruesas pellizas los hombres y largos mantones las mujeres, además de bufandas de lana donde se embozaban la cara, porque ya se sabe que los rigores del tiempo en nuestra tierra zamorana son muy traicioneros.
Mª Soledad Martín Turiño