MIRANDO EL MAR
Me empapo con tus aguas salobres,
el aroma que desprende la espuma al batir las olas,
la suave arena mojada de blandura infinita,
el sol que acaricia un mar eterno e inmenso,
las nubes que abrazas en la lejanía…
Me turbo cuando bramas contra las rocas
en un rugido montaraz de furia agria,
salpicando con las olas el paseo
de asustados viandantes que te observan con miedo.
Eres efervescencia y hervidero
cuando filtras tu furia entre las grietas,
eres también sensual y cálido
cuando te acercas calmado a la orilla
para acariciar los baños y paseos.
El mar no solo es agua, es también fuego,
y solaz, y diversión y esparcimiento…
temo tus bruscos cambios de carácter:
el céfiro ante quien no te doblegas,
la brisa plácida que te torna sumiso,
el desaliento cuando te maltratan
enturbiando tus aguas cristalinas,
o el amor que inspiras cuando silbas
a los amantes una dulce balada.
Miro el mar y desnudo mi cuerpo
mientras me adentro en las entrañas de sus aguas,
¡es tan grato el amable balanceo
que me lleva tiernamente hasta tu alma!
Atrás queda la arena y un bullir de gentes
que contemplan asustados mi proeza,
gritan, mas el auxilio no llega;
ya solo escucho el rumor de estas aguas
entre las que duermo hacia abajo y voy cayendo,
ya no siento ni el peso de mi cuerpo,
¡es tan grato el amable balanceo
que me dejo llevar hasta tu alma!
Mª Soledad Martín Turiño