EL CASTRONUEVO DE LOS MEJORES TIEMPOS
2016-08-22
Castronuevo, al igual que otros pueblos de Castilla se ha ido quedando vacío como consecuencia del éxodo rural hacia otras tierras que ofrecían trabajo estable y mejores oportunidades sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX; Barcelona, Madrid y País Vasco fueron algunos de los destinos que atrajeron a muchas familias emigrantes. La adaptación a la ciudad no fue fácil para aquellos padres jóvenes que arrastraban consigo a sus hijos (algunos nacieron ya en sus nuevos destinos), y que mudaron el campo por el cemento, las fábricas y el sector servicios recibiendo, a cambio, un futuro seguro para ellos y la posibilidad de estudiar y prosperar para sus hijos.
Estas familias regresaban al pueblo cada año para pasar el verano junto con los padres y abuelos que se habían quedado en Castronuevo y algún otro familiar que continuaba manteniendo la tradición ocupándose de las faenas del campo. El retorno en Agosto siempre era gratificante y constituía además un punto de reunión para los que estaban fuera; sin embargo con el transcurrir de los años la gente fue adaptándose a sus nuevas vidas y el regreso al pueblo se producía cada vez con menor frecuencia. Castronuevo empezó a languidecer, sus habitantes mayores fueron desapareciendo, el camposanto se llenaba y el pueblo se iba vaciando. Debido a los pocos vecinos permanentes, se llevaron la farmacia, el médico, el cura se ocupaba de varios pueblos y las escuelas cerraron trasladando a los pocos niños que quedaban allí a alguna otra población colindante para asistir a clases; en resumen, la despoblación era tan evidente que, incluso, muchas explotaciones familiares que no tenían heredero que las continuara, se cerraron irremediablemente.
Tal éxodo ha llegado al extremo de provocar el abandono de pueblos enteros que ahora parecen fantasmas sin nadie que transite por ellos; casas derrumbadas y restos de lo que fueron palomares que se salpican a ambos lados de la carretera conformando ahora el paisaje rural de gran parte de Castilla. Se ha perdido la esperanza de cambiar las cosas y la Administración no otorga ayudas para que proliferen casas rurales o potencien la posibilidad de conocer los atractivos que puede tener la zona.
A pesar de todo existen los milagros. Yo siempre he creído en ellos, como siempre he creído en la fuerza de la tierra, en lo que tira para seguir adelante y en la huella profunda que deja en quienes hemos crecido sabiendo lo que significa el medio rural. Hace unos meses supe que en mi viejo Castronuevo se estaba despertando una inquietud por recuperar tradiciones pasadas. Iván Vega es el artífice de esta idea secundada por los pocos jóvenes que aún quedan en el pueblo y otros que están fuera pero que siguen vinculados y con ganas de hacer realidad esta obra. Han reconstruido parte del pueblo: las casas, el puente, la iglesia o el río moldeando escayola y tallando madera; han creado la Asociación Cultura Cabra de Oro, y tienen en mente una serie de proyectos para recuperar un patrimonio cultural perdido en la memoria y que ahora resucitan a golpe de recuerdo para que el Castronuevo que vivieron sus antepasados no se pierda.
Desde estas líneas mi agradecimiento por reanimar a un pueblo. Decía Napoleón que “la mayor parte de los sentimientos son tradiciones” y solo cuando se alcanza una edad madura se comprende la realidad de estas palabras. Asimismo define la Real Academia la tradición como: “Doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos”, y es ese sentir de transferencia precisamente lo que nos hace grandes, una idea ilusionante que saque a sus habitantes del ostracismo, de la oscuridad y les devuelva la ilusión perdida, y al mismo tiempo un homenaje a los antepasados que construyeron una forma de vida que Iván y sus compañeros se empeñan certeramente en no relegar al olvido.
Mi felicitación más sincera a ese puñado de jóvenes que están haciendo posible mediante ilusión, trabajo y no pocas barreras, regalarnos una herencia que permanecía entre telarañas, olvidada por muchos, pero en la mente de todos y que solo tiene sentido cuando se transmite de generación en generación como el legado más valioso que nos dejaron nuestros antecesores.
Mª Soledad Martín Turiño